Mis queridos
amigos, imágenes de la natividad de Jesús abundan en el arte y es por esto es común
encontrar bellezas en los museos del mundo. Entre todos aquellos que he visto,
me llama particularmente la atención aquel de George La Tour “La adoración de los pastores” de 1644
que actualmente se conserva en el museo de Louvre en Paris. Uno de mis
compañeros de clase me la presento recientemente.
La adoración de los pastores fue un tema común durante el siglo XVII. Aquí
se presenta con un simplicidad drástica, sin ángeles, nubes, aureolas. La Tour revela la capacidad de
concentrarse en lo esencial, excluyendo todo detalle superfluo y concentrándose
en los efectos de la única fuente de luz interna en el cuadro. El bebe parece
una pequeña momia, tiene un rostro bien logrado y adormentado. Los pastores son
personas simples pero se presentan con gran dignidad, cuellos de encajes, bien
peinados y portan objetos cotidianos de su labor como el bastón y la olla. Una
ovejita huele al niño y cualquier espiga de trigo. María figura dominante a la
izquierda y sus manos son las unicas en posicion de oracion. Jose los abriga con el calor del fuego. La danza de las manos es formidable, expresan la vida: el trabajo,
el alimento, la fiesta, la protección y la oración. Este cuadro tiene un
lenguaje para nada sacro, sin embargo es capaz de hablarle al espíritu. La Tour
representa un mundo de luz interna, caracterizado de gran serenidad. Propone
un ver interior, el único que puede nutrir una presencia. Alrededor del niño se
esta invitado a coger puesto para completar el circulo y contemplar.
Agarremos ese puesto también nosotros y completemos el círculo abierto por María,
José y los pastores. Descansemos en silencio delante de Aquel que el
evangelista llama el Salvador, el Cristo Señor.
“Todo ha pasado en el silencio. Se necesita callar y regresar a los
pintores del silencio como George La Tour. Y comenzar en la oscuridad y la
confianza, para que la estrella matutina sea alzada también en nuestros
corazones.” (O. Clemente)