En torno a la
cruz se ha intensificado la soledad. Está verdaderamente solo. Todos morimos
solos, incluso cuando morimos rodeados de amor y de amistad. Por mucho que el agonizante
tienda su mano y se aferra a otra mano, sabe que allá en el interior, donde se
libra el ultimo combate, en la mas intima intimidad, esta solo, definitivamente
solo. En el momento de la muerte es cuando mas humanos somos. Que paradójico suena
eso de que lo más humano se experimenta en la más terrible soledad. Pero no es
una soledad de la ausencia de los otros, es una soledad de necesidad, la
soledad de las cosas que nadie puede hacer por mi, solo yo.
Jesús grita en la
intensidad de su dolor. Grito arrancado por la crueldad del suplicio. Este
momento de total desnudez, en que no tiene nada en que apoyarse, es el que
espera el Padre para arrancarle el lamento mas triste y sereno de su Pasión. Desolación
interior profunda, intensísima. Sobre su
corazón se cierne la noche de una indecible angustia. Y en la hondura del alma
de Jesús, el silencio, la terrible soledad, el tedio, el desamparo del Padre,
el miedo, Jesús invoca al Padre con su propia oración del salmo 22: “Dios mio, Dios mio, por que me has
abandonado? A pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza. Lejos estas de mi
socorro, de las palabras de mi gemido”. Es una llamada dirigida a Dios que parece
lejano, que no responde y que parece haberlo abandonado.
La oración pide
escucha y respuesta, solicita un contacto, busca una relación que pueda dar
consuelo y salvación. Pero si Dios no responde, el grito de ayuda se pierde en
el vacío y la soledad se convierte en algo insoportable. Pero estas palabras,
precisamente por ser oración, no son de un grito desesperado, son palabras en
perspectiva de alabanza y confianza en la victoria divina. El autor del salmo,
el orante, el que sufre, ven como se pone en tela de juicio su relación con el Señor,
el énfasis cruel y sarcástico de los que lo están haciendo sufrir: el silencio
de Dios, su aparente ausencia. Sin embargo, Dios esta presente en la existencia
del orante con una cercanía y una ternura incuestionable.
Este grito en
soledad es al mismo tiempo la certeza de una respuesta de Dios, es la certeza
de la salvación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario