domingo, 4 de marzo de 2012

Segundo atardecer: La Traición



La traición la podemos sentir en todo su sentido moral, psicológico y emocional solo en nuestras relaciones más intimas. La confianza y el afecto entregados y dados a otros cuando son traicionados, nos causan una consternación tal que se equipara al abuso.  ¡Que desolación tan seca y que sabor tan amargo nos deja en el alma la traición, por ejemplo, de un ser querido, amado e intimo al corazón! Es como la consternación por la mutilación de nuestros cuerpos; es la perdida de una parte tan mia como si fuera mi propio desgarramiento desde alguien a quien también pertenecía. El amor profesado nos hace siempre tan uno, que el deshonorarlo limita nuestra capacidad de confianza para siempre.  El traidor se va con una parte tan mia, que no lo puedo soportar sin sentir cierta inseguridad por hallarme yo, entonces, en las manos de enemigos. Desolación, amargura, consternación, inseguridad me portan, traicionado, al odio y a la vulnerabilidad. Este atardecer subsecuente a la tentación, nos porta mas cerca a la total oscuridad. Nos porta tanto al traidor que cae en la tentación, como al traicionado que sufre las tinieblas, como consecuencia del engaño de quien tenia como amigo.

¿A donde haremos de ir? Decimos con Pedro: ¡solo a ti Señor que tienes palabras de vida eterna! Y oramos con Jesús: Incluso mi amigo íntimo en quien yo confiaba, que compartía mi pan, me ha traicionado. Pero tu Señor apiadate de mi, haz que pueda levantarme, … Bendito el Señor, Dios de Israel ahora y por siempre.  (Sal 40).

¡Si! nosotros lo podemos hacer; buscar a Jesús y encontrar consuelo en él, porque él estuvo traicionado. Y ¿a  quién habrá recurrido Jesús? ¿Al Padre? Seguro. Pero se nota que empieza cierta velación de su acción poderosa hasta el punto de sentirse turbado: Jesús se turbo en su interior y declaró: En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará (Jn 13, 21). ¡Tan humano mi Jesús que no deja aquí operar su capacidad divina y definitiva porque aun no se ha cumplido su misión! Jesús ante la inminencia de sangrienta violencia en su contra, empieza a sentir este desvanecimiento de la luz que lo acerca cada vez mas a la oscuridad de la noche, a las tinieblas aun no exploradas de la muerte.

Y ¿que hay de Judas? Como lo sabemos, este tuvo el privilegio de estar entre los doce, es decir, de estar entre los más cercanos a Jesús. Tuvo el privilegio de compartir la intimidad del amor de Jesús. Al tomarlo Jesús como apóstol,  lo hace suyo. Judas hizo parte de todos, por ser de la comunidad pequeña de los apóstoles. Judas es el amigo amado - en quien todos, como en todos – tienen confianza y familiaridad. Nada parece indicar que pueda haber uno que traicionara al Maestro y por ende a todos. Sin embargo lo escuchan del mismo Jesús; hay uno entre ellos que lo traicionará. Señor, ¿quien es? (Jn 13, 25), le pregunta Juan confundido y escuchando los latidos de su corazón turbado. Jesús respondió: Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar (Jn 13, 26), y se lo dio a Judas. Incluso el amigo con quien comparte el pan se olvidara de el (cf. sal 40). La oscuridad se acerca aun con más prisa ya que en cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche (Jn 13, 30). Judas pertenece entonces ahora al reino de las tinieblas.

Ya antes Jesús les había dicho: Todavía, por un poco tiempo, estará la luz entre vosotros. Caminad mientras tenéis la luz, para que no os sorprendan las tinieblas; el que camina en tinieblas no sabe a donde va. Mientras tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz  (Jn 12: 35-36).  Es preciso caminar en la luz, es decir, decidirse a abandonar el pecado para dejar que la Verdad transforme nuestra propia vida mediante un camino de conversión siempre renovada. No podemos perder el sentido de pecado en nosotros, ya que eso nos lleva a permanecer en las tinieblas. La mayor injusticia que podamos hacer es dudar de la misericordia de Dios.

Jesús sale después con los discípulos a su habitual lugar de oración. Pero Judas también conocía el sitio, por supuesto, seria su costumbre orar con Jesús. Allí se presenta con soldados y guardias (cf Jn 18: 1-3). ¡Débil y malvado Judas! Ya no se cubre con piel de cordero sino que se presenta abiertamente como lobo salvaje y sediento de violencia a pesar de las apariencias de paz, ofreciendo como signo de traición, un beso más mortal que un arma. Y sus acompañantes enceguecidos por sus propias sombras, no fueron capaz de discernir la verdadera luz a pesar de sus linternas y antorchas.

Peor aun traidor, lo que pretendiste destruir para todos, no te perteneció jamás. La muerte de Cristo nos libera, pero te acusa Judas Iscariote. Pero si te hubieras arrepentido, la misericordia del Redentor te hubiera concedido el perdón; pues en la cruz a la que lo enviaste, Jesús invocó el perdón para ellos, ya que no sabían lo que hacían. Esta sanación la hubieras ganado si te hubieses arrepentido e ido a la penitencia que te regresaría sano y limpio a tu Maestro. Pero no, la injusticia mayor que pudiste perpetrar, traidor, fue dudar de la misericordia de Dios; y esto te llevó al lazo que te ahorcó. Este mejor prefirió persistir en su debilidad y deslealtad.

Mis queridos, no queremos un atardecer que nos lleve a una noche eterna. ¡Dios nos libre! Dejamos un día menos en nuestro peregrinar y descendemos a las tinieblas de la traición de Judas. Pero que no suceda, como a él, a nosotros pecadores. Busquemos siempre la misericordia de Dios, pues arrepentidos y perdonados, en su regazo y en la intimidad escuchando los latidos de su corazón, nos levantamos siempre, en nuevo y gozoso día resplandeciente de luz perpetua. 

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